Gobierno de Boric: Crónica de una decepción anunciada

Teófilo Briceño. Centro de Estudios Francisco Bilbao.

El gobierno prometió. Aseguró una nueva forma de gobernar y se proclamó como verdugo de los gobiernos neoliberales de los últimos 30 años. Aseguró un futuro sin aprovechamientos mezquinos, con verdad, con justicia y en función de los intereses nacionales. Sin embargo, y como dice el viejo refrán, del dicho al hecho hay mucho trecho, y no fue esta la excepción.

Pero se sabía, desde hace años, y algunos críticos desde la izquierda definieron con acierto a Gabriel Boric y a su coalición frente – amplista como el recambio generacional de la ya desgastada Concertación, que necesitaba mostrar un nuevo rostro para recuperar la credibilidad perdida a fuerza de traiciones y desesperanzas.

EL Frente Amplio se mostró entonces como una coalición muy crítica en sus inicios. De las formas, los métodos, los estilos y los contenidos de lo que se llamó el partido del orden (derecha-concertación), que impulsó la política de los acuerdos para administrar lo que en ciencias políticas se ha llamado gobernanza, en este caso la gobernanza neoliberal. El pueblo, vale recordar, bautizó esa forma de hacer política como la “cocina”.

Y el acuerdo del 25 de noviembre del 2019 se “cocinó” precisamente para aplacar la revuelta social y encausarla por la vía de una salida que limitara su potencia transformadora. Fue un verdadero golpe blando, parte de un entramado soporífero y aletargador de la rabia popular. Y casi toda la casta política concordó con ese tipo de “salida” o manejo de la crisis sistémica, quizás previendo esperanzada el desenlace que hoy tiene.

El acuerdo, el devenir del proceso y su resultado, no se pueden entender sin la participación de Boric y del grueso del Frente Amplio. Todo era predecible. Pero el peligro para la “casta política” llegó de la mano de sectores populares que se colaron en la Convención Constitucional y abonaron la idea de un “apruebo popular”, que llevara las cosas más allá de lo deseable, es decir, de un empate o un tenue triunfo del rechazo, que obligara a reponer la vieja política de los consensos, inocuos para el modelo, claro está. Y el resultado fue una política de los acuerdos 2.0.

El pueblo no pudo, por ahora al menos, torcerle la mano al partido del orden. Y las razones son muchas, entre ellas su descomposición social y la falta de referentes sólidos y con potencia para llevar las cosas en otro rumbo. Las autocríticas tampoco nunca estarán de más.

Como en una tragedia griega, como en una novela de García Márquez, hiciéramos lo que hiciéramos para que el resultado fuera otro, fue el que fue: Lo que pasó, pasó… a propósito del Daddy Yanqui.

A poco andar el gobierno de Boric, con la “generosa” inclusión de uno de los partidos “adversarios” del Frente Amplio, responsable de la cocina de la ex Concertación, aparecieron detrás del telón viejos personajes, como titiriteros de los “enfant terribles” de la política.

Y, “abracadabra”, como por arte de magia, en el corazón del gobierno se instaló cómodo y sonriente el llamado socialismo democrático, como si fuese un recién llegado en la política, con el beneplácito de empresarios, del imperio y de la derecha toda, salvo algún extremo al que les cuesta disciplinar.

Con el grito “ha muerto el rey, viva el rey”, se significaba la continuidad del régimen. Un monarca fallecía, pero inmediatamente continuaba la corona en cabeza de su sucesor. Hoy podríamos decir sin temor a equivocarnos, ha muerto la cocina, viva la cocina.

Frente a tanta desvergüenza, hace falta y con urgencia la izquierda popular, aquella que honestamente impulse el cambio radical, la unidad de los que luchan y un nuevo paradigma político en base a nuestras mejores tradiciones de lucha como pueblos que habitamos Chile.

Ya no sirve únicamente protestar, simplemente resistir, hay que levantar el proyecto político liberador, con expresión en todos los planos del quehacer nacional, contra el Estado, sin el Estado y desde el Estado.

La tarea es titánica, pero no podemos permitir que Gabriel Boric Font, sea el enterrador de la esperanza de todo un pueblo.

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