Seguridad ciudadana: Derecha y gobierno con una sola mirada

Teófilo Briceño. Centro de Estudios Francisco Bilbao.

Uno de los sueños de la derecha en Chile, muchas veces hecho realidad, fue, es y será, la implementación de un Estado Policial, como forma de control social de lo que denominan la “naturaleza humana”, y más allá de si al régimen de gobernanza capitalista se le llama dictadura o democracia.

Claro está que detrás de esta filosofía de vida se oculta, de manera hipócrita, el resguardo de la propiedad privada y de los negocios de los que ostentan el poder. Por esta razón, para la derecha lo que necesita la sociedad es “mano dura”, “control social”, “más policías”, “endurecer la ley”, “más cárceles”, “militares en las calles”, “estados de excepción”, y un sinfín de cosas de estilo punitivo.

Estos conceptos y muletillas aparentemente mágicas son repetidos majaderamente por cualquier político de derecha, amplificado hasta el cansancio por los medios de comunicación hegemónicos, pertenecientes a los monopolios mediáticos a los que se agregan, por supuesto, los bots.

Y claro, de tanto repetir desde principios de los 90 esa constante “preocupación mediática”, el tema se vuelve realidad social. Las palabras, quién lo duda, construyen realidad y con ello el miedo del ciudadano común se torna concreto, lacerante, y la demanda de “seguridad ciudadana” pasa a encabezar las “reales” preocupaciones de la gente.

En este esquema de construcción artificial, la derecha se hace necesaria, las policías se hacen necesarias, las restricciones a las libertades se hacen necesarias, el castigo se hace necesario y las leyes draconianas (más duras) se hacen necesarias.

Hay una directa relación entre el miedo, las leyes y el Estado, que confluyen en el debilitamiento de la libertad, justificando la arbitrariedad de los que tienen el poder y la ausencia de relaciones sociales basadas en lo humanitario, el amor y la solidaridad. El miedo justifica atrocidades de todo tipo.

Este diagnóstico crítico del tema fue compartido, palabras más, palabras menos, por las fuerzas políticas que llevaron a Gabriel Boric al gobierno y quizás por el mismo mandatario. Entonces cabe la pregunta, ¿porque al asumir la dirección de La Moneda, hacen exactamente lo mismo que criticaban cuando eran oposición?

Toda la retórica roussoniana de que el ser humano no nace “malo” y de que es la sociedad, el entorno social, la que lo va formateando, tan típica de los “progresistas”, se esfumó. Parece que para los “progresistas”, asumiendo el poder, y en este caso el gobierno, todo se olvida.

Pero el Estado Policial nunca será la solución, es un remedio aparente, una fantasía social, pues intenta atacar los síntomas de enfermedades sociales y no las causas. Y la causa no es la “naturaleza humana”, el mal o el bien que habita en nosotros. El ser humano es producto de las determinaciones históricas concretas y de cómo son las relaciones sociales que nos dominan.

Una sociedad basada en el egoísmo, la competencia, el lucro, la explotación, lógicamente produce seres humanos con esas características, pero también, y afortunadamente, produce su contrario, es decir, seres que luchan porque las cosas sean diferentes, en los cuales perviven sentidos comunes anteriores, más humanos, y la búsqueda de otra forma de existencia, no simplemente un afán de sobrevivir.

La seguridad ciudadana se logrará con otro orden social, post capitalista, que se base en la solidaridad, en la dignidad, en la participación y en la justicia social, en todos los ámbitos. ¿Cómo erradicar el miedo entonces?, ¿con más miedos como nos propone la derecha y el actual gobierno?, o con solidaridad y justicia social en una nueva sociedad. Esta última es nuestra apuesta.

Pero queda el problema de qué hacer ahora, mientras construimos esa nueva sociedad. En primer lugar, no asumir el discurso y la agenda de la derecha como propio.

En segundo lugar, cambiar de raíz el monopolio mediático de la derecha y sus grupos económicos, incentivando la presencia y la creación de medios de comunicación de organizaciones sociales, de universidades y del propio Estado.

En tercer lugar, colocando una agenda mediática con hechos concretos que apunten a la justicia social, a la reinserción de los que cometen delitos, y a castigar con dureza a los que, desde el poder, cometen actos de corrupción o usan sus posiciones de privilegio económico para evadir a la justicia.

Recuperar la familia como un lugar de sociabilidad solidaria, sembrar por todos los medios valores sociales que eviten el egoísmo enfermizo de esta sociedad, y muchas cosas más.

El mundo popular tiene un gigantesco papel en este camino, está, y estamos, llamados a sembrar y a cultivar otros valores sociales, partiendo por la solidaridad y recreando a la comunidad como un centro de la vida social.

Los delincuentes, ya sea corruptos y mafiosos en la política, el Estado o las FFAA, tienen que ser ejemplarmente castigados, pues ellos, desde sus privilegios son los verdaderos antisociales.

Los delincuentes del mundo popular, que se descompone por la necesidad de sobrevivencia, por la droga o en la lucha por un estatus social basado en la posesión de bienes materiales que impone el sistema, tampoco tienen que justificarse o amprarse, como se hace muchas veces desde las izquierdas.

Pero la solución no es tener más carabineros y cámaras de vigilancia. El tema debe ser abordado de una manera integral, en base al respeto a los DD.HH., a políticas efectivas de reinserción y a la generación de condiciones materiales y valóricas, para que especialmente en la niñez, se reduzca y eventualmente detenga el camino de esta descomposición social

La alternativa de organización social solidaria como remedio efectivo de seguridad ciudadana, puede ser de más largo tiempo, pude ser más difícil, pero es la única efectiva, hasta que logremos un nuevo orden social, que deje a la delincuencia en un nivel ínfimo (aunque siempre habrá) y podamos salir a la calle sin miedo, con alegría, con confianza en los otros, en vernos como hermanos y hermanas que somos, y no como un peligro.

El que desde el mundo popular le roba al propio pueblo, el que desarrolla el negocio de la droga que tanto mal hace, el que abusa en la familia o del vecindario, tiene que ser reprimido, castigado social y jurídicamente, siempre buscando la justicia, no la venganza, siempre con un criterio humano, especialmente con niños, niñas y jóvenes que son nuestra responsabilidad principal como chilenos.

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