Codigorojovalparaiso. 27 diciembre 2021.
Fuente diarios regionales.
En 2011 la construcción de una pileta reveló el entierro de 12 esqueletos con 800 años de antigúedad.
Una década más tarde los antiguos sanantoninos volvieron al museo llenos de información. Qué idioma hablaban los antiguos habitantes de esta zona ¿Tenían dioses? ¿Cómo se vestían? ¿Se pintaban el cuerpo, usaban accesorios? Son preguntas para las que no hay respuestas y para las que, a lo sumo, hay información de contexto para hacerse una idea, sin ninguna certeza, sobre el modo de vida de los primeros habitantes de este territorio que hoy conocemos como San Antonio, en Chile Central.
Las dudas abiertas en la puerta de entrada a esta crónica emergen luego que en los últimos días volvieran al Museo Histórico y Natural de San Antonio los esqueletos que hace 10 años fueron encontrados en la localidad de Tunquén, al norte de Algarrobo, a 54 kilómetros del puerto de San Antonio. Los restos corresponden a entierros que se realizaron hace nada menos que 800 años, en el siglo XIII de nuestra era hacia el final de la Edad Media. Los vestigios fueron ubicados en una terraza alta, donde los antiguos nativos cavaron las fosas donde dispusieron los cuerpos que fueron ordenados en distintas posiciones y que de manera absolutamente fortuita fueron encontrados en 2011, cuando comenzaba el siglo XXI.
El investigador e historiador sanantonino, José Luis Brito, recuerda claramente el mes de julio de 2011 cuando se descubrió “este sitio que es muy interesante porque apareció en unas terrazas bien arriba en el sector de Tunquén, al norte de Algarrobo, donde estaban haciendo una pileta y en eso me llaman por teléfono para describirme que una retroexcavadora había levantado un esqueleto completo y lo tenía arriba en la pala. Así que tuve que convencerlos que no movieran nada, que se quedara la máquina en el mismo lugar sin moverse”. Tan rápido como pudo José Luis Brito recorrió los 54 kilómetros desde San Antonio hasta Tunquén “y al llegar encontramos un esqueleto como si estuviera durmiendo dentro de la pala en una cama de arena. La pala pasó al ras y dejó al descubierto cuatro cráneos sin dañarlos, sin quebrarlos y al revisar me di cuenta que estábamos frente a un hallazgo arqueológico”.
A partir de ese momento el investigador sanantonino dio aviso al Consejo de Monumentos Nacionales que de inmediato contactó a los arqueólogos. Y el arqueólogo a cargo de la investigación fue José Miguel Ramírez, quien recordó para Diario El Líder que “esto fue hace diez años y seguimos trabajando en este hallazgo que se rescató gracias a José Luis Brito, donde encontramos una fosa con una docena de esqueletos que habían sido enterrados hace unos 800 años.
Estaban en diferentes posiciones, no estaban acompañados de cerámicas, como por ejemplo es típico de las eras posteriores como la cultura Aconcagua y aquí no había ofrendas o puntas de proyectiles, o ajuares y cosas de ese tipo no existían; pero la forma en que los enterraron era muy interesante, en la forma de disponer los cuerpos en fosas que excavaron en el subsuelo, es decir llegaron al subsuelo, excavaron en la tosca que es una especie de malicillo de esta zona y ahí hicieron pequeñas fosas para disponer los cuerpos en posición fetal de costado, con diferentes formas de poner las manos, o también boca abajo extendidos y algunos con las manos en la cara, tapándose la cara; o sea en posiciones muy variadas que ahora sabemos que pertenecen a un período de la prehistoria prehispánica de la zona ”.
Sobre los primeros habitantes de este territorio el arqueólogo José Miguel Ramírez explica que “tenemos ocupaciones humanas en lo que hoy es el territorio de Chile desde hace unos 15-16 mil años, los datos que hay de Monteverde, Quilauco son mucho más antiguos de cuando estábamos en la Edad de Hielo, o sea en la última glaciación ya había gente en América. Después viene un largo período cuando se acaba ese período del hielo y se extingue la megafauna que son animales como el milodón que había en la Patagonia, los mastodontes que había en esta zona y empieza un largo período que se denomina Arcaico, pero con un montón de otra fauna, una cantidad enorme de animales y especialmente en la costa estaba toda la riqueza del mar que hacía que pudieran quedarse acá todo el año sin necesidad de moverse”.
El investigador aclara que “eran grupos relativamente pequeños, de unas cien personas, que lo que hacían básicamente era recolectar, moviéndose por un área y esa es la huella que encontramos en los conchales, que son los depósitos de las basuras que dejaron donde quedaron desechos de moluscos, jaibas, guanacos, de todo. Hay muchos sitios de ese tipo en esta zona que lamentablemente se están destruyendo por el avance de las obras públicas y los privados, por eso es tan importante el rescate porque son vestigios mínimos de estas poblaciones que vivieron en este territorio”.
Respecto al hallazgo de Tunquén José Miguel Ramírez explicó que “esta población en particular ya conocía la cerámica, la metalurgia, había cobre fundido ya en esa época, o sea tenían avances tecnológicos muy interesantes, pero eran pequeños grupos de cazadores y recolectores que de pronto comenzaron a desarrollar una agricultura muy incipiente en base a productos locales y con el maíz que recibieron de Mesoamérica, porque el maíz llegó a la Zona Central de Chile de lo que hoy es México”.
-¿ Qué tan relevante es este descubrimiento arqueológico?
-Es parte de la historia de nuestros antepasados, pero es antropología y es parte de nuestra historia también porque tal vez tenemos genes de esos primeros colonizadores de este territorio, pero no sabemos nada porque apenas quedan unos pocos vestigios y esos pocos vestigios que hay de ese pasado es fundamental rescatarlos de la mejor manera posible y con la tecnología disponible sacarle el jugo a esa información.
Hoy día tenemos análisis de isótopos, por ejemplo, a partir de los huesos saber qué tipo de dieta tenían y de hecho hoy tenemos aquí mismo en el museo dos antropólogas físicas analizando los huesos para sacar información”.
En cuanto a los hallazgos arqueológicos como el de Tunquén, el arqueólogo José Miguel Ramírez remarca que se trata de “vestigios mínimos porque lo que se conserva es lo material; son restos de lo que se puede fosilizar como cerámicas, conchas, huesos, pero no sabemos cómo se vestían, si se pintaban el cuerpo o tenían tatuajes por ejemplo, no sabemos qué idioma hablaban, de eso no tenemos idea”.
Porque al final de cuentas la evidencia física encontrada solamente nos permitirá tener una idea, una pequeña y deliberada interpretación a la forma de vida que pudieron tener los habitantes de este territorio ya que ni las costumbres, ni el valor de lo simbólico se fosilizan y a partir de este tipo de hallazgos los investigadores apenas pueden iluminar una pequeña parte de la historia que se perdió en las oscuridades más profundas del tiempo.