Por Dante Reyes Marín, corresponsal en Argentina.
La victoria electoral de Javier Milei obliga a contar un poco respecto a quien asumirá el 10 de diciembre como nuevo presidente de los argentinos.
Se trata de un economista neoliberal a ultranza que logró imponer un discurso de cambio de lo que bautizó como “la casta”, y en referencia a la clase política gobernante, especialmente al peronismo, que llevaba como aspirante a la presidencia al actual ministro de Economía, Sergio Massa, y en un contexto en el que la inflación anual supera con creces el 140 por ciento.
Esta cifra, fría y distante para el común de las personas, se traduce en que de los casi 46 millones de habitantes del país, y de acuerdo con cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), nada menos que 12 millones son pobres, mientras que otros 4,2 millones se encuentran directamente en la indigencia, es decir, que carecen de un ingreso para cubrir incluso las necesidades más básicas.
No resulta posible transitar por las calles de Buenos Aires, la capital del otrora llamado Granero del Mundo, sin advertir que los contenedores de basura son revisados una y otra vez por distintas personas, y ya resulta un panorama normal ver a gente en situación de calle viviendo de la mendicidad y de la recolección de sobras.
Y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es la capital del país, el territorio más “afortunado”, pero hay 23 provincias donde la pobreza es aún más dramática, especialmente en la Provincia de Buenos Aires, la más numerosa del país, aledaña a la capital, y donde la supervivencia se torna verdaderamente dramática para millones.
Eso probablemente explique que el peronismo haya perdido en lugares que fueron sus bastiones por muchas décadas, y que las banderas de La Libertad Avanza, la alianza de Milei, se enarbolara entre muchos sectores desfavorecidos, agobiados por los bajos ingresos, la carestía de la vida y hastiados de la casta política, que frecuentemente lanza escándalos de corrupción.
Y en este contexto dramático Milei llega con el discurso del cambio, portando una motosierra y la promesa lanzada a gritos de acabar con la corrupción y terminar con esa casta. Sin embargo, el también apodado león libertario, incluye entre sus aliados al conglomerado del expresidente Mauricio Macri, de la alianza Juntos por el Cambio, parte de la misma casta, y que llevó como candidata presidencial a la ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, derrotada en las elecciones generales de octubre.
En su campaña política, Milei propuso arancelar la educación, una conquista histórica de los argentinos, cerrar una serie de ministerios, como el de Trabajo, permitir la libre venta de armas y hasta a opinar que la venta de órganos constituye un mercado más sobre el que se puede avanzar porque no hacerlo sería interferir con la libertad de las personas.
Y con Milei llega también su vicepresidenta, Victoria Villarruel, abogada de 46 años defensora de represores de la última dictadura, y que junto con favorecer la liberación de los genocidas encarcelados, postula una revisión histórica de la represión y se enfrenta a las organizaciones de derechos humanos, “después de 40 años de una visión amputada de los derechos humanos y de demonizarnos, ya no les tenemos ningún miedo”, afirmó desafiante hace poco tiempo.
El próximo 10 de diciembre, cuando Milei asuma como presidente de Argentina, Villarruel, por su condición de vicepresidenta, sacará de su actual puesto a Cristina Fernández de Kirchner, y se convertirá en la nueva presidente del Senado de la Nación.
Y con Milei llega también su nueva aliada, Patricia Bullrich, del partido de Macri, y que en las elecciones de octubre quedó relegada al tercer lugar de la contienda en la que se impusieron Massa y Milei, para competir en una segunda vuelta y en la que el libertario finalmente resultó victorioso por una holgada diferencia de casi 12 puntos sobre Massa.
Probablemente Bullrich ocupe un lugar en el nuevo gabinete de Milei. Su gestión como Ministra de Seguridad de Macri estuvo marcada por su constante apoyo al “gatillo fácil”, y a que las policías disparasen primero y luego preguntaran. Probablemente, el triunfo de Milei y una designación ministerial de Bullrich alentará a los partidarios de la mano dura y convertirá en frontal la represión de todo acto que subvierta el orden, incluido el de la protesta social.
El panorama es francamente desolador, pues Milei representa un retroceso sustantivo en los derechos sociales alcanzados por los argentinos, y si bien es probable que muchas de sus arengas proselitistas se entibien y diluyan en el marco de la gestión, no es menos cierto que su carácter neoliberal a ultranza, secundado por todo el aparataje de Mauricio Macri, se traduzca en una importante pérdida de derechos para la población.
Sin embargo, el rechazo a la casta y la esperanza puesta en esa motosierra, promesa del cambio, no le darán una eterna carta blanca al león libertario, y los mismos que hoy lo votaron, más los derrotados, podrían volcarse a las calles en poco tiempo, cuando termine su luna de miel, y reclamar el cumplimiento de las promesas de campaña.
Si no lo hace, quizás el helipuerto de la Casa Rosada deba nuevamente ser utilizado, apresuradamente.