Por Cristian Zamorano Guzmán * Publicada en Ciper Chile.
«Es difícil que una Copa del Mundo sea un evento ‘despolitizado’. Por el contrario: en torno a ésta circulan intereses económicos, culturales, ecológicos, identitarios y de todo tipo», recuerda esta columna de opinión para CIPER.
Cuando hace unas semanas el presidente de Francia abordó los cuestionamientos legítimos que rodean la actual Copa del Mundo en Qatar, dijo que no era necesario «politizar el deporte». Según Emmanuel Macron, evaluar la conveniencia de asociarse a una determinada sede es algo que «tiene que hacerse cuando se designa el lugar del evento».
Efectivamente, muchas de las polémicas que hoy rodean al Mundial de Fútbol parten de datos conocidos después de que Qatar fuese confirmada como sede oficial (como aquella investigación del diario británico The Guardian sobre trabajadores extranjeros muertos durante la construcción de estadios). De todos modos, difícilmente, la primera Copa organizada en el mundo árabe y musulmán —Qatar es un país de derecho coránico; es decir, no secular— podía evitar la cantidad de controversias que ha generado y que sigue generando, desde sospechas de corrupción sobre Michel Platini [foto superior] (exestrella francesa del fútbol mundial y, sobre todo, ex presidente de la UEFA) en la designación de la sede hasta el impacto sobre el medioambiente de contar con estadios con aire acondicionado. Está, además, el tema del riesgo cotidiano con que en ese país viven mujeres y minorías LGBTQ+ como efecto de una discriminación generalizada contre ello/as.
Más allá de las palabras de Macron y de los buenos sentimientos en torno a un encuentro deportivo de atención global, es difícil que una Copa del Mundo sea un evento «despolitizado». Por el contrario: en torno a ésta circulan intereses económicos, culturales, ecológicos, identitarios y de todo tipo (el propio presidente de Francia reconoció que, en caso de que su país llegue a las semifinales, viajará personalmente a Qatar, lo cual inevitablemente tendría un efecto político). Persiste más bien una cierta hipocresía que amplifica recién ahora una preocupación por derechos diversos que hasta hace unos años no parecían inquietar a ninguna autoridad. El investigador Pascal Boniface ha reconocido, en una entrevista en televisión, que «no podemos pedirle a Qatar que nos compre [a Francia] aviones de guerra, para que ellos también nos vendan su petróleo, y luego nosotros decirles: “No vamos al Mundial que ustedes organizan”».
Tal afirmación cobra importancia si nos fiamos de las imputaciones que hace menos de un mes Joseph Blatter, ex presidente de la FIFA, dirigiera contra los votos de [Michel] Platini que según él fueron «decisivos» para la adjudicación de Qatar: «Y por supuesto que había una cuestión de dinero de por medio. Seis meses después de aquellas reuniones, Qatar compró aviones de combate a los franceses por un valor de US$14.600 millones».
***
Más allá de la cifra hecha circular por Blatter, lo interesante está en identificar un cierto modus operandi: Qatar logró obtener el apoyo de Francia como sede mundialista (14 votos contra 8 de EE. UU.), a cambio de varios favores. Se ha descrito cómo Platini había sido invitado a reunirse con el ex presidente francés Nicolás Sarkozy, quien a su vez había mantenido varios encuentros con el príncipe heredero de Qatar. Es interesante recordar que ese mismo ex jefe de Estado (2007-2012) fue un actor determinante, en 2011, de la compra por el Estado de Qatar (a través de la sociedad Qatar Sports Investments – QSI) del Paris Saint-Germain, el famoso club actual de Neymar, Messi y Mbappé. Así, el papel de Sarkozy está en el centro de las sospechas de la Justicia francesa, con una investigación en curso desde 2019 por la Fiscalía Nacional Financiera (PNF), en torno a eventuales «corrupción activa y pasiva», «lavado de dinero» y «encubrimiento» en torno a la polémica adjudicación del Mundial de Qatar 2022. Una de las preguntas que buscan resolver los investigadores es si acaso la adquisición del PSG por fondos cataríes hubiese sido condición sine qua non para el apoyo de Francia a la candidatura de Qatar para organizar la Copa del Mundo.
En su libro Qatar en 100 preguntas: Los secretos de una influencia planetaria, el periodista Christian Chesnot explica cómo en menos de veinte años el pequeño país que limita con Arabia Saudita y el Golfo Pérsico (2,6 millones de habitantes, 80% de extranjeros) ha experimentado un ascenso meteórico en el escenario internacional, al mismo tiempo que adquirió una reputación sulfurosa, gracias a una estrategia que el periodista llama —reutilizando un término de origen trotskista— «entrismo»: la táctica de aumentar su capacidad de influencia en círculos económicos, financieros, académicos y políticos internacionales, integrando, de manera concertada, a elementos y grupos estratégicos a través del apoyo de terceros (como demuestra el caso de Sarkozy).
Así, Qatar, independiente desde 1971, ha sabido hacerse imprescindible en el panorama internacional gracias a su llamada «diplomacia de la chequera». Sus adquisiciones en el campo del fútbol, como la Copa del Mundo y el Paris Saint-Germain, son los ejemplos más ostentosos de aquello. La familia Al-Thani reina con mano de hierro sobre un emirato que posee las terceras reservas de gas natural del mundo, detrás de Rusia e Irán. El país ha sabido utilizar eficientemente su soft power apoyándose sobre un fondo soberano de US$450 mil millones.
***
Qatar está tan lejos de Chile como Doha, su capital, puede estarlo de la ciudad de Quintero. La planta de gas natural licuado (GNL) ubicada en la Región de Valparaíso recibe parte de su suministro desde Qatar —que sostiene en el gas el 60% de su PIB—, y con la persistencia de la guerra en Ucrania el papel de ese país en el rubro energético es aún más crucial. No hay partido del Mundial en el que no se haya visto la publicidad para Qatar Energy, que en realidad es Qatar Petroleum, empresa de propiedad estatal, tercera compañía petrolera más grande del mundo por reservas de petróleo y gas. A finales de septiembre pasado, la compañía energética francesa Totalenergies (parte de las cinco supermajors multinacionales) firmó un acuerdo de inversión de €1.500 millones en un macroproyecto de gas licuado.
Es probable que en los próximos años sea el gas qatarí el que alimente nuestro consumo doméstico, industrial y hasta minero en Chile. Hace poco más de un año, InvestChile, agencia gubernamental que promueve la inversión extranjera en el país, realizó una presentación ante los directivos del fondo Qatar Investment Authority sobre las oportunidades de inversión en el territorio, exponiendo sobre el potencial del país en licitaciones públicas de infraestructura, energías limpias y el desarrollo del negocio de hidrógeno verde.
Así considerado, la actual Copa del Mundo no es para nada la cúspide de una operación comunicacional por parte de Qatar, sino una etapa más en una estrategia que se ha revelado exitosa, pese a que el mundo entero sepa lo qué sucede en ese país en materia de derechos humanos y libertades individuales. Es verdad, también, que si antes no se boicotearon los Juegos Olímpicos de Beijing ni la Copa del Mundo en Rusia, no debería haber razón objetiva para escandalizarnos ahora. Últimamente, los eventos deportivos están siendo la vitrina del autoritarismo, la autocracia y los convenios comerciales.
Y, sorpresivamente, la próxima sede de los Juegos Olímpicos es… Francia. Como indica el dicho en ese país, aparentemente «el azar siempre hace bien las cosas». Y, podríamos agregar: las inversiones las facilitan.
*Cristian Zamorano Guzmán
Licenciado en Derecho, Magíster en RRII, Master y Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de la Sorbonne-Nouvelle Paris III. Antes fue profesor universitario; hoy, consultor/analista en política y comunicación en el sector privado (Angers Consulting).