Codigorojovalparaiso. Dante Reyes Marín. 24 febrero 2022.
En las últimas semanas hemos escuchado y visto noticias cada vez más alarmantes respecto a la tensión entre Rusia y Ucrania, las que en las pasadas horas se acrecentaron para ser la constante de los noticieros no sólo de Chile, sino de todo el mundo occidental.
El líder ruso, Vladimir Putin, es mostrado de manera unánime por los medios hegemónicos, como el invasor de una pequeña nación soberana, otrora parte de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), con población indefensa que muere a manos de las brutales tropas rusas.
Pero esta nota no pretende tomar partido y alinearse en favor de Moscú para decir que Putin es el bueno de esta película cuyos primeros capítulos comenzamos a ver. La ignorancia del autor de esta nota frente al tema obliga a una necesaria cautela. Uno es esclavo de sus palabras y amo de su silencio, reza un sabio refrán.
Sin embargo, los hechos que suceden en Europa y que acaparan la atención mediática permiten realizar una reflexión muy necesaria en Chile, justo en momentos en que se debate una nueva constitución, es decir, una carta fundamental que delineará determinados parámetros bajo los cuales el país deberá regirse, al menos hasta que los chilenos decidan realizar nuevas reformas.
Y esa reflexión consiste en la pluralidad informativa, un tema muy manido, repetido y prostituido hasta el cansancio, pero que lleva a la confusión, pues apunta a pensar que la citada pluralidad consiste simplemente en la existencia de muchos medios, que, teóricamente, garantizarían casi de manera automática los diversos enfoques y miradas.
Pero la historia nos ha demostrado que en Chile no existe esa pluralidad, y es lamentable reconocer que incluso en las postrimerías de la pasada dictadura militar había mayor pluralidad que en los años posteriores, en los años de los “gobiernos democráticos”. Copesa y El Mercurio son ejemplos incuestionables del monopolio informativo y de la absoluta falta de pluralidad.
Es que pluralidad no significa que existan muchos medios, sino que los medios existentes, ojalá muchos, representes a distintos puntos de vista, a enfoques diferentes, y que el público pueda sacar sus conclusiones a partir del contraste de tales visiones.
Y el conflicto entre Rusia y Ucrania permite precisamente apreciar la falta de lo anterior. Pues todos los medios hegemónicos, con solemnes y encorbatados analistas, estarán mostrando al malvado Putin y narrando matanzas en la inocente Ucrania.
Como chilenos, no tenemos ninguna injerencia en lo que suceda en el mapa de Europa, y puntualmente en el conflicto que a estas horas aúna a los medios en una verdadera cruzada santa contra el mal, representado por Vladimir Putin y sus supuestos afanes de conquista.
Pero sí tenemos la gran oportunidad de tomar esta experiencia y de velar porque la constitución que surja de la discusión convencional, cautele y garantice una verdadera pluralidad de los medios, y no una farsa comunicacional de terno y traje sastre, que no sea más que una parodia de una hipócrita libertad de prensa.
Los medios de comunicación, en el nuevo Chile, deben estar en manos de universidades, organizaciones sindicales, centros de estudios, y otras entidades sin fines de lucro, ambientalistas por ejemplo, y no de empresarios que los utilicen como herramienta de convencimiento de las masas, de enajenación de estas, y para garantizar y perpetuar egoístas privilegios.
Rusia y Ucrania, pueden ser hoy una importante lección.
CNN Chiie en su cobertura de horas del conflicto repetía más de 10 o 20 veces, una escena de una periodista turca, que mostraba el destrozo de un par de viviendas, después, mostraba 10 o 20 veces la imagen de un edificio que había sido alcanzado supuestamente por un misil, y para no más abundar repitió no más de 20 veces, sino que más de treinta (a cada rato), la imagen de un ukraniano que se despedía de su hija y mujer que partían en un bus, etc. Es decir, puros melodramas, y siempre por cierto, para poner énfasis en la brutalidad de una guerra, que por supuesto, y como no, como buen periodismo mercenario hacía recaer en el diablo, en el demonio en el siniestro Putín y cosas así por el estilo.