Por Carlos Aznárez, Resumen Latinoamericano, 11 de enero de 2024.
Hay países donde el doble rasero es parte de lo habitual para tratar temas políticos, o lo que es peor aún, de derechos humanos. Por un lado, funcionarios intermedios, ministros y hasta presidentes se llenan la boca de conceptos falsamente humanistas, para que los mismos les generen una cobertura fronteras afuera. Eso es precisamente lo que ocurre en el Chile presidido por Gabriel Boric, donde el pueblo Mapuche es duramente reprimido, sus tierras siguen siendo avasalladas y robadas, y sus más activos militantes, sufren en las cárceles las consecuencias de plantarle cara a esta nueva generación represora, como viene ocurriendo desde hace más de cinco siglos.
Mientras el converso “progresista” Boric dice condolerse por el genocidio practicado por su colega Netanyahu contra el pueblo palestino, él mismo, con una alta dosis de hipocresía, no solo no se conduele por el destino de los 15 luchadores de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), que ya llevan cumplidos 60 días de huelga de hambre, reclamando la nulidad de un juicio viciado, sino que levanta la apuesta acusándolos de “terroristas”. Se ampara así en los resultados de esos típicos “juicios farsa”, que conocemos de sobra por su aplicación en otros países del continente, donde antes de comenzar las audiencias, ya se sabe que el detenido va a ser condenado.
Actualmente, en su reclamo, los presos políticos mapuche de la CAM, también reivindican condiciones carcelarias dignas, algo que en países que se vanaglorian de ser democráticos debería ser algo natural, pero las prisiones del ocupante chileno son auténticas mazmorras para quienes eran dueños naturales de sus tierras antes de que llegaran los viejos y nuevos conquistadores. Y como tercer exigencia, los detenidos manifiestan su repudio a la militarización territorial y su defensa de la recuperación de las tierras de las que fueron despojados.
Así, el caso del lonco Héctor Llaitul, de su hijo y de otros 13 luchadores, que en estos momentos están padeciendo las duras consecuencias físicas que provoca el no ingerir alimentos por el término de dos meses, sigue siendo un estigma del que no podrán escapar fácilmente todos aquellos que en nombre del progresismo chileno gobernante no solo omiten las sevicias que su sistema carcelario impone, sino que siguen acentuando las políticas represivas. Casos como el del prisionero Estéban Henriquez, internado en un hospital en grave estado de desnutrición, es solo un ejemplo de este tipo de políticas de exterminio aplicadas con total impunidad. De la misma manera, que en otras prisiones similares, decenas de presos mapuche ponen sus cuerpos reclamando reivindicaciones que hacen a la defensa de su propia dignidad, o exigiendo a la vez que cese la persecución de familias enteras a las que se les allanan y se les destruyen los lof en que viven, o protestando por la demonización de la lengua ancestral con que se comunican y múltiples atropellos más, que por supuesto no son de consumo de los medios hegemónicos.
Precisamente esa es otra herramienta habitual que emplea el sistema de opresión chileno, el de generar un muro de censura con respecto a lo que ocurre en el sur, tanto de las resistencias y rebeldías del pueblo mapuche como de las matrices de represión necesarias para acentuar la colonización, y así también favorecer el avance de las corporaciones multinacionales que arrasan con el territorio conquistado en complicidad con el mal gobierno.
El caso flagrante de los 15 presos de la CAM habla por sí solo que frente al silencio mediático impuesto, a la campaña de amenazas y castigo añadido a los familiares de los detenidos y una larga lista de atropellos, se hace necesario que la solidaridad se multiplique, tanto a nivel local como internacional. Es imprescindible evitar la naturalización de este tipo de procedimientos autoritarios e ilegales en cuanto a que los detenidos no pueden ser escuchados y no tienen posibilidad de una defensa sin presiones. Como ocurriera en su momento con Nelson Mandela, o lo que ocurre hoy con los miles de presos y presas palestinos, el caso emblemático de los presos mapuche de la Arauco Malleco, debe ser tomado a nivel mundial como una bandera ineludible de la defensa de quienes son castigados por el terrorismo estatal, por defender su cultura e identidad ancestra, y por luchar contra la destrucción de un territorio del que fueron despojados. En ese sentido, esta ofensiva colonial, no es diferente con la barbarie que soporta el pueblo de la Palestina ocupada.