«Latinoamérica en peligro»: 200 años del natalicio de Francisco Bilbao. Por Alex Ibarra Peña

13 de enero de 2023  

Francisco Bilbao fue un pensador chileno que planteó varias ideas para el fortalecimiento de la República. Aportó un diagnóstico sobre el control y dominio político que ejercía la élite criolla sobre la ciudadanía, cuestión que consideraba como un atentado a la ciudadanía. Por esta razón se opuso a la clase política institucionalizada que dañaba a la incipiente república traicionando la democracia. Este tipo de traiciones que sucedieron en el siglo XIX parecen un mal propio de las castas políticas que construyen un poder vacío sin ser fieles a la representación popular excluyendo la participación de la ciudadanía.

Bilbao se hizo defensor de la democracia directa, es decir, un tipo de democracia popular que no entrega su representación a la casta política. Un texto fundamental en el cual se entrega un diagnóstico de la crisis política de su época y en el cual también se presenta un nuevo orden político, es el titulado «El Gobierno de la libertad a los electores». Este texto fue escrito en Lima, en pleno exilio posterior al fracaso de la pretendida revolución de la Sociedad de la Igualdad, encabezada por él y por Santiago Arcos.

El planteamiento más general en este texto, es el que sostiene que todo ciudadano es soberano y que entregar la representación política a otros sujetos es abdicar a la soberanía, generándose en esto un problema complejo que permite el aprovechamiento de unos sobre otros con la nefasta concentración del poder que beneficia especialmente a los oligarcas.

En este texto la soberanía del ciudadano es fundamental y queda asegurada en el régimen constitucional, para el cual se propone una administración que no anula la participación de cada ciudadano. La soberanía de un Estado sólo es legítima cuando sus miembros son soberanos y no están bajo la condición de control de los partidos políticos que suelen engañarlo. En la actualidad lejos estamos de un régimen político de este tipo, el fracaso de la convención constitucional, sin duda, tiene como una de sus razones el ataque que realizaron los partidos políticos, quienes hoy se han adueñado de este proceso, quitándole su legitimidad a una nueva Constitución, así opera lo que podemos llamar el «poder vacío» siguiendo algunas ideas del historiador mexicano Lorenzo Meyer.

Este mal político que provoca crisis democráticas y que favorece a los corruptos ha sido un mal extendido en nuestra América, sobre la cual asedian los desastres económicos propiciados por intereses corporativos externos que controlan a las castas políticas de nuestras naciones. Es decir, estas políticas se han destacado por ser servidoras al capitalismo global, es otro acierto de Bilbao su texto «La América en peligro» donde alude al problema de la servidumbre que representan los llamados órdenes globales colonialistas que siguen operando en nuestro continente manteniendo la pobreza y desigualdad. El discurso de la ideología occidental es una apología de este ejercicio de dominio y lo podemos advertir activo en varios difusores vendidos al poder económico usando sus recursos retóricos como oprobio al pueblo sometido.

La vigencia del control capitalista en las últimas semanas la hemos visto alentando golpes de Estados en países que por la vía electoral dejaron de votar por los representantes de la derecha. Frente a este fracaso de la derecha, se han venido articulando para realizar atentados a la democracia con la práctica propia de las dictaduras que provocaron la catástrofe.

Menciono sólo este par de textos de este filósofo del siglo XIX que supo diagnosticar el problema de la crisis republicana-democrática alentando la participación política de todos esos sujetos sociales excluidos de los beneficios de la producción económica y cultural. Bilbao tenía claro que es peligroso entregar la representación política a esos seductores enemigos del pueblo y que es mejor representación política aquella que realizan los ciudadanos de manera organizada. Cuando no hay fuerza política para una revolución, queda la utopía, entendida ésta como un programa político que sirve para radicalizar la democracia.

Alex Ibarra Peña
Dr. en Estudios Americanos

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