Diego Ortiz. Portal Interferencia.cl
La doctora en historia relata en detalle a INTERFERENCIA los objetivos que perseguía la dictadura con el secuestro y posterior adopción de niños chilenos a familias suecas. En Suecia, la dictadura chilena buscó como aliados a nazis.
La investigación de Karen Alfaro, doctora en historia y académica de la Universidad Austral, ha causado revuelo mundial. Publicado en julio de 2020, el artículo Niños y niñas chilenos adoptados por familias suecas. Proximidad diplomática en tiempos de Guerra Fría (1973-1990) le ha significado ser contactada por medios como el británico The Guardian y, recientemente, por el diario sueco Dagens Nyheter (DN).
Este último dio a conocer hace dos días los hallazgos de Alfaro: una red ilegal de adopciones de niños chilenos en dictadura, gestada mediante una alianza entre nazistas suecos y el régimen de Augusto Pinochet. (Revise acá el artículo de DN en sueco y acá el de INTERFERENCIA al respecto).
Mediante análisis de “documentación diplomática correspondiente a la Embajada chilena en Suecia”, además de distintas bases de datos y recortes de prensa tanto del país nórdico como de Chile, la historiadora, junto al profesor de historia y estudiante de doctorado, José Luis Morales, descubrieron cómo la organización Sociedad Suecia-Chile, dirigida por políticos de ultra derecha, se encargó de “generar la campaña pro-dictadura” y utilizar la adopción de niños chilenos usurpados para mejorar la imagen de Pinochet y su régimen.
Los resultados de la investigación, acompañados de múltiples denuncias y relatos que lo sustentan, llevaron en parte a motivar una investigación nacional anunciada por la ministra sueca de Asuntos Sociales, Lena Hallengren; donde se investigarán casos similares de posibles “irregularidades” tanto desde Chile como de otras partes del mundo.
En entrevista en exclusiva con INTERFERENCIA, Karen Alfaro explica en detalle cómo y por qué se gestó la red, los aportes del nazismo sueco a la dictadura chilena – reflejados incluso en donaciones tanto a Pinochet como a la fundación de Lucía Hiriart, Cema Chile, según explica la académica–; el poco interés por investigar este caso de derechos humanos y; también, da luces de sus próximas investigaciones.
«Lo que he podido ver en los documentos es que la prensa contraria a la dictadura daba cuenta de que los niños estaban en condiciones de pobreza, sufriendo violaciones a sus derechos humanos. La instancia de adopción de niños chilenos a familias suecas les permitía difundir otra imagen de Chile a través de folletos, periódicos que sacaban; siendo el Centro de Adopción Sueco un aliado en eso», explica.
– En términos de cómo se conformaba esta red de adopciones ilegales, ¿cómo resumiría los hallazgos de su investigación?
– Lo que me han dicho fundamentalmente los documentos es que las adopciones de niños chilenos en el extranjero se concentran fundamentalmente en el período donde en Chile se aplicó una política en torno a la infancia que promovía la adopción, y que justo esta adopción fue a aquellos países donde salió un número importante de exiliados. No era casual que Holanda, Suecia, Italia, Estados Unidos sean los países que más niños chilenos recibieron con fines de adopción. Ahí la hipótesis es que la dictadura les permitió desarrollar, por intermedio de las adopciones, vínculos diplomáticos.
Específicamente en el caso de Suecia, articularse con sectores de ultraderecha y en particular esta organización Chile-Suecia nace para limpiar la imagen que tenía la dictadura en el contexto internacional, porque Chile estaba absolutamente aislado en aquel contexto.
La imagen de Chile que había era la que daban los exiliados. ¿Cuál es el rol que cumple esta sociedad Suecia-Chile en el esquema? ¿Cuál es el rol que cumplen ellos entre los niños que son dados en adopción y la mejora en la imagen de la dictadura chilena en Suecia?
– Ahí yo creo que es clave la figura de Svante Törnvall [embajador de Chile en Suecia], quien era amigo íntimo de Merino y otros miembros de la Junta de Gobierno. Él juega un rol central primero para articular un grupo de alianzas políticas en Suecia con estos sectores de extrema derecha y sectores conservadores, para controlar, por una parte, lo que aparece en los medios de comunicación respecto de la imagen de Chile, y también cumplía un rol de vigilancia. También, uno de los líderes de esta asociación era abogado y tenía cercanía con otros abogados, jueces en Suecia, en donde se concretaban parte de las adopciones. Entonces ellos de alguna manera generaron un conjunto de contra-campaña de limpieza de imagen de la dictadura y establecieron también puentes con varios empresarios.
El mismo Pinochet les dio una condecoración, la medalla Bernardo O’Higgins a los líderes de esta organización. Algunos que fallecieron, por ejemplo, le donaron sus herencias a Pinochet, o hicieron donativos importantes a las acciones de Lucía Hiriart en torno a la infancia en Chile.
– ¿Estas donaciones las hacían desde la Sociedad Suecia Chile?
– Sí, hay algunos líderes que entregaron donativos, por ejemplo, a Cema Chile.
– Para cerrar este esquema, ¿cuál era el rol que cumplían los niños dados en adopción, entendiendo ya que el objetivo de la sociedad Suecia-Chile era mejorar la imagen de la dictadura? ¿Qué rol jugaba entregar niños para cumplir ese objetivo?
– Lo que he podido ver en los documentos es que la prensa contraria a la dictadura daba cuenta de que los niños estaban en condiciones de pobreza, sufriendo violaciones a sus derechos humanos. La instancia de adopción de niños chilenos a familias suecas les permitía difundir otra imagen de Chile a través de folletos, periódicos que sacaban; siendo el Centro de Adopción Sueco un aliado en eso. Esta imagen era de un país en desarrollo, que se estaba recuperando de la desnutrición. Se mostraban las acciones que desarrolló Cema Chile con las mujeres, mostrando que toda esta campaña de las violaciones a los derechos humanos no era tal, siendo producto del marxismo, de la propaganda contra Chile.
– Usted centró su investigación en Suecia. Sin embargo, ¿cree que este esquema de adopción pudo haber funcionado en otros países?
– Sí, lo que cambiaba eran los aliados. Lo que cambió fue la contraparte de con quienes se articulaban en el extranjero.
En el caso de Estados Unidos, había otra fundación que también se creó con fines para adopción. Ahí, el embajador era Patricio Madariaga, hermano de Mónica Madariaga [ministra de Justicia en dictadura], por lo que tenía un vínculo directo con la ministra. Entre estas asociaciones, hay también iglesias. Hay cartas y documentos que acreditan que también la iglesia adventista fue un aliado en Estados Unidos para las adopciones. En Italia también participaron algunas órdenes religiosas y en Holanda otra fundación, Fundación Las Palmas. Claro, hay un esquema similar donde tiene un rol importante la embajada y sobre todo la alianza, como se facilita la salida de niños en el marco de una política que está interviniendo la infancia.
– El esquema para la campaña de adopciones pro-dictadura funcionaba en otros países, y lo que cambiaba en el caso de Suecia es que los aliados. eran personas ligadas estrechamente con el nazismo. Eran neonazis.
– Además, el caso de Suecia es inédito porque se organiza un grupo a favor de la dictadura. Se organizaron para colaborar con la dictadura, como fue la sociedad Chile-Suecia.
– Salieron extractos del reportaje del medio sueco publicados en El Mercurio y en Radio Bío Bío, y resulta curioso que nunca se menciona la palabra nazismo. Sólo se hace mención la investigación va a llevar a cabo Suecia sobre adopciones irregulares de niños provenientes de distintos países, entre ellos Chile. Como autora de la investigación, ¿qué opinión le genera que no se mencione la arista nazi en el esquema de adopciones ilegales?
– Obviamente cumple fines ideológicos. De hecho, el tratamiento de la prensa del tema y de hablar de adopciones irregulares es para tratar de señalar que esto corresponde a responsabilidades de privados, de individualizar el tema. Se habla de «casos» de adopciones irregulares, pero no sé hace referencia a que hay responsabilidades políticas junto con una estructura para generar una migración forzada de niños al extranjero por parte de la dictadura de Pinochet. Incluso se habla genéricamente de que esto también pasaba en los años cincuenta, pero los datos muestran que la mayor cantidad de niños salieron en dictadura.
– Menciona que acá hay responsabilidad política también. ¿Hay una arista penal? El juez Carroza lleva este caso donde estamos hablando de secuestro de niños, ¿no?
– Esta omisión de la prensa tiene que ver principalmente con que no se exijan responsabilidades y porque no se vinculen estas temáticas a violaciones de los derechos humanos. Yo creo que ese debe haber sido el gran temor en el tratamiento principalmente de El Mercurio y de los medios oficiales: que se reconozcan y persigan responsabilidades en esas materias, porque estaríamos frente a un secuestro permanente de personas vía institucionalización de adopciones ilegales.
– Luego de que INTERFERENCIA publicara el artículo sobre sus hallazgos y la cobertura en Suecia de estos, personas escribieron a nuestro medio para solicitar ayuda ya que identificaban sus casos como similares, sin saber quiénes eran sus padres. ¿Tiene alguna recomendación para estas personas?
– Lamentablemente, a pesar de que se creó una comisión en la Cámara de Diputados y que las organizaciones de víctimas han demandado que exista mayor celeridad para crear una comisión de verdad y justicia junto con organismos especializados para recibir las denuncias, quienes mayor trabajo de reencuentro han desarrollado son las organizaciones sociales. Hijos y madres del silencio, una de las más importantes y quienes acompañan fundamentalmente a las víctimas para interponer denuncias y realizar encuentros. También está la PDI, pero yo diría que las organizaciones son las que hoy día principalmente están funcionando para dar apoyo, más que un organismo estatal.
– Terminan siendo las propias víctimas las que logran avances en términos de reencuentros, verdad y justicia, no los poderes del Estado…
– Exacto. El 2014, nosotros, cuando conocimos una de las primeras denuncias y no teníamos mucha claridad de frente a qué estábamos, hicimos la denuncia en el Instituto Nacional de Derechos Humanos; y la primera recepción la verdad es que no fue muy positiva. Tuvimos que seguir escalando para que recién el INDH pudiera intervenir en esto.
– ¿Va a continuar con esta línea de investigación?
– Quiero profundizar esto a escala regional. Estas prácticas ocurrían, con distinciones, en Argentina, Uruguay y Brasil durante las dictaduras militares en América Latina. Me interesa indagar una serie de casos que hablan de desplazamiento de niños de manera concertada por parte de aparatos de inteligencia de estos Estados.
También, profundizar respecto a qué ocurrió con los niños hijos de madres detenidas desaparecidas y que estaban embarazadas al momento de ser secuestradas. Eso no ha sido un tema visibilizado.
Otro tema de interés es lo que ha ocurrido en España. Sabemos que Pinochet fue un admirador de Franco, y ahí la temática ha sido abordada con los bebés robados de Franco. Hay un vínculo no sólo con el nazismo, sino también con el intercambio que se desarrolló con la dictadura de Franco tempranamente en Chile, a través de una serie de civiles que copiaron prácticas de ese régimen acá en el país.