Codigorojovalparaiso. Dante Reyes Marín.
Las abuelas solían decir que “del dicho al hecho hay mucho trecho”, y tal refrán calza a la perfección para comenzar esta nota relativa a la desconcentración de los medios de comunicación, y a la imperiosa diversificación de miradas respecto a todos los temas del acontecer nacional y mundial.
El mandatario Gabriel Boric designó hace pocas horas a la periodista y académica Faride Zerán como nueva presidenta del Consejo Nacional de Televisión (CNTV), y la destacadísima profesional sentenció “hace falta desconcentrar los medios de comunicación que, por ejemplo, están en las manos de unos pocos en los medios escritos”, “hacen falta más medios públicos, mayor pluralidad de medios”, remarcó.
Y frente a eso es muy difícil estar en desacuerdo. Creo que hasta los más conservadores se verían en aprietos para disentir de esta idea de la pluralidad y argumentar en favor de la concentración, tal como hoy ocurre en Chile entre las cadenas de Copesa y El Mercurio. Sin embargo, volvemos al refrán de las abuelas, del dicho al hecho, hay mucho trecho.
Testigos de la lamentable realidad de tal expresión de sabiduría popular fueron muchos medios de comunicación que, en plena democracia, sucumbieron al mercado y al control prácticamente monopólico que vivimos en la actualidad. Vale destacar, no sin la mirada cómplice de los gobiernos “democráticos” de turno.
Los diarios Fortín Mapocho y La Época, las revistas Cauce, Análisis, Apsi, Pluma y Pincel o Punto Final, son sólo algunos ejemplos de medios alternativos a la mirada hegemónica que quedaron en el derrotero triste de esta democracia precaria que se inventó para mantener los privilegios, bajo una apariencia de modernidad y superación de los horrores del pasado.
Es que ya es indiscutible el poder de los medios para convertir a las audiencias en mansos rebaños de consumidores, preocupados más del próximo Black Friday que de su sistema de salud o de jubilación, y por ello los grupos económicos los integran como parte del aparato de dominación, y junto a las policías y las fuerzas armadas, están para defender a la institucionalidad, aplacando conciencias en cómodas cuotas de falsa felicidad.
Institucionalidad, claro está, entendida como el sistema político y económico acorazado con un ropaje jurídico supuestamente neutral, y mediante el cual se garantiza que unos pocos se lleven mucho, y muchos se lleven muy poco. Eso, en palabras sencillas, es la institucionalidad en Chile, la que tanto se defiende. ¿Suena lógico no?
Pero ahora el pleno de la Convención Constitucional aprobó el derecho a la comunicación social y que en un primer borrador señala “toda persona, individual o colectivamente, tiene derecho a producir información y a participar equitativamente en la comunicación social. Se reconoce el derecho a fundar y mantener medios de comunicación e información”.
Tras ello, el presidente del Colegio de Periodistas de Chile, Danilo Ahumada, celebró que “por primera vez el Estado fomentará la participación de todos los medios, dejando en el pasado la lógica de mercado que opera en nuestro sistema medial”, y añadió satisfecho “Miramos con optimismo un nuevo modelo donde no existan privilegios a quienes responden a poderes económicos en desmedro de la diversidad de miradas que coexiste en nuestra sociedad. Es una oportunidad de garantizar el fomento y promoción de todos esos espacios no hegemónicos que reflejan las realidades territoriales y comunitarias, es un gran paso”.
Y respecto a esta idea que se analiza y debate en la Convención, Faride Zerán coincidió, “hace falta desconcentrar los medios de comunicación que, por ejemplo, están en las manos de unos pocos en los medios escritos”. “Hacen falta más medios públicos, mayor pluralidad de medios”, y añadió que “si eso es a través de una ley de medios, sin duda hay que hacerla”.
El problema es que la diversidad de medios no sólo debe ser una cuestión retórica. No basta sólo con decir solemnemente que debe haber pluralidad de medios y que resulta necesaria una mirada que contemple a distintos puntos de vista. Eso, sin duda alguna, es importante, pero también un saludo a la bandera, un gesto retórico e inocuo, si no va acompañado de una legislación potente y clara que garantice la creación y, sobre todo, la supervivencia digna y prolongada en el tiempo de esos medios.
Los trabajadores de la comunicación deben ser protegidos no solamente con una credencial de prensa colgada en su pecho. También deben tener salarios dignos en medios de comunicación con recursos que les permitan mantenerse y conservar su óptica, sin tener que someterse a “auspiciadores” interesados.
La pauta publicitaria del estado es un requisito ineludible en esta tarea de diversificar los medios si se quiere actuar con sinceridad. Pero también debe repartirse con algún mínimo criterio de justicia la pauta de los operadores privados. ¿O usted cree que las grandes empresas van a asignar fondos de publicidad a medios que postulan una alternativa al modelo del cual ellas se benefician?
A la luz de lo dicho en los párrafos precedentes, sólo cabe concluir que la diversificación de los medios de comunicación no es una tarea sencilla, y enfatizar en que un cambio constitucional que tenga ese objetivo, debe contemplar el financiamiento de los medios más pequeños, de aquellos que no responden a los intereses empresariales de este país, y asegurar salarios dignos para sus trabajadores, pues sólo así, del dicho al hecho, habrá realmente, poco trecho.