Codigorojo. 13 /12/22
La Central Clasista de Trabajadoras y Trabajadores colocó una placa en el frontis de su sede, en el barrio Concha y Toro, en homenaje a la gesta de justicia de Antonio Ramon Ramon que el 14/12/1914 intento ajusticiar al General Roberto Silva Renard responsable del asesinato de miles de obreros junto a sus familias en la Escuela Santa María de Iquique en 1907.
La actividad conto con la presencia cultural de Alvaro Salasmatu y el grupo de danza KALI Subversivas.
El poeta popular Poncho leyó un trabajo literario sobre los acontecimientos de la gesta y a nombre de la Central entrego la opinión de la organización el dirigente sindical Miguel Méndez.
La actividad termino con el descubrimiento de la placa, con la consigna “Justicia Obrera”.
(foto placa crédito P. Ortiga.)
Discurso de la Central Clasista.
Justicia Obrera.
En Chile desde su nacimiento e incluso antes de ello, existe una lucha, una confrontación, a veces más directa, otras veces más oculta. Lucha de clases se llama.
Esta lucha, es una expresión de sectores sociales con distintos intereses, los de arriba por proteger sus riquezas y su dominio, los de abajo por sobrevivir y liberarse.
Desde mediados del siglo XIX, con la masificación de los trabajadores produciendo en el capitalismo incipiente, las condiciones de vida fueron tan brutales como a las que fueron sometidos las y los habitantes de Chile desde la llegada de los españoles y la de las y los esclavos traídos desde el África a América.
La Independencia de Chile respecto de España no mejoró las condiciones de vida de las clases populares: hubo un cambio de dependencia en que el espacio de poder de los españoles fue siendo ocupado por el capitalismo inglés.
La postergación del llamado “bajo pueblo” y su ninguna recompensa por haber luchado contra España, fue denunciado desde 1848 por la “Sociedad de la Igualdad”: Bilbao, Arcos y otros precursores de la denuncia social moderna.
La invasión a territorios de Perú y Bolivia y por consiguiente el dominio de la producción del salitre significó el auge de la oligarquía y de la burguesía en el país. Riquezas gigantescas e inimaginables para los dominadores, pero esa riqueza trajo sangre, sudor y lágrimas para los trabajadores del campo y de las ciudades arrastrados al norte por necesidad y la esperanza de una vida mejor.
Mansiones como el Palacio Concha (aquí en Concha y Toro 46) para unos pocos oligarcas, contrastaban con cientos de conventillos en la misma urbe, donde mal vivían decenas de miles de familias obreras.
Los trabajadores y sus familias, niños y mujeres, empezaron a pedir mejores condiciones de vida, se organizaron y las exigieron con movilizaciones y paros.
Entre otras cosas pedían que no se les pagara en fichas, sino en dinero, para poder usarlo no solo en las pulperías o comercio de los mismos que los explotaban, y que les vendían los artículos básicos a precios elevados, aprovechando la injusta y monopólica relación.
Esas movilizaciones por mejores condiciones también se vivieron en distintos lugares del país.
Grandes movilizaciones de trabajadores a principios del siglo XX, las que fueron reprimidas brutalmente, miles fueron asesinados juntos a sus familias, allí están los gritos de los trabajadores en la matanza de Lo Cañas en Santiago en 1891; la masacre del mitin de la carne de 1905 en Santiago; la matanza de Plaza Colon en Antofagasta en 1906; la matanza de la Escuela Santa María en Iquique en 1907; la matanza de Forrahue en Osorno; el incendio de la sede la Federación Obrera de Magallanes en Punta Arenas en 1920; la matanza de San Gregorio en provincia de Antofagasta en 1921, la de Marusia y la de la Coruña en la misma provincia en 1925 y así esas muertes de trabajadores movilizados se fueron extendiendo en los años posteriores, incluidos los asesinados en el Mineral de El Salvador bajo el gobierno de Eduardo Frei el 11 de marzo de 1967, llegando a los más de 400 dirigentes sindicales asesinados por la dictadura a partir de 1973, rastro de sangre que continua hasta el día de hoy con las muertes de mujeres y hombres en la revuelta social del 2019 y poco antes en conflictos laborales como Rodrigo Cisternas, Juan Pablo Jiménez, Nelson Quichillao, Alejandro Castro y tantos otros.
En todas estas historias de sangre hay un denominador común: las Fuerzas Armadas Chilenas, en especial el Ejército de Chile, que construyo su “gloria” defendiendo los intereses de los oligarcas, de la burguesía y de las transaccionales.
De justicia nada o muy poca, por ello la Central Clasista viene una vez más a rendir homenaje a aquellos que desde el pueblo han hecho un poco de Justicia. Tal es el caso del anarquista español, medio hermano de uno de los obreros asesinados en la Escuela Santa María de Iquique, Antonio Ramón Ramón, quien realizó el justo acto de intentar ajusticiar al General Silva Renard el 14 de diciembre de 1914 en el sector del antiguo Parque Cousiño.
Roberto Silva Renard fue comandante de las tropas del Ejército en la masacre del mitin de la carne con 250 obreros asesinados en Santiago y luego el que ordenó los disparos en la Escuela Santa María con cerca de 3 mil trabajadores junto a sus mujeres y niños muertos en Iquique.
Este brutal asesino, llegó luego a ser General y recibir los más altos honores el Ejército de Chile y hoy en día el Regimiento de Artillería N.º 3 de Concepción lleva su sangriento nombre.
El 14 de diciembre de 1914 las siete puñaladas que recibió Silva Renard, desde las manos justicieras de un anarquista español, fue un acto de justicia y como lo reflejó el periódico El Despertar de los Trabajadores en la época:
«… Sólo hay satisfacción de alivio al ver que cae aquel que en época no lejana ahogara las más sublimes aspiraciones de un pueblo en un charco de sangre».
Por ello y en homenaje a Antonio Ramón Ramón y su justa acción es que hoy inauguramos en nuestra sede como Central una placa en honor con la frase JUSTICIA OBRERA.
Honor y gloria a Antonio Ramón Ramón
Honor y gloria a los que buscan justicia.
Central Clasista de Trabajadoras y Trabajadoras.
13 diciembre 2022.