María Emilia Tijoux y los horrores del Halloween chileno: “Tenemos monstruos propios, pero es preferible adoptar el disfraz que viene de afuera”

Radio U. de Chile.

La socióloga y académica de la Universidad de Chile reflexionó acerca de la premiación de la crueldad y de las contradicciones que implica esta tradición foránea en la sociedad.

“Dulce o truco” será una de las frases que la noche de este 31 de octubre varios tendremos la oportunidad de escuchar en boca de niños- por qué no también adultos- disfrazados de temibles criaturas del inframundo, en una tradición que ya lleva un par de décadas en nuestro país.

Y es que Halloween, si bien considerada una celebración, alberga una serie de reflexiones que invitan a pensar en la relación de los chilenos con sus propios “demonios”.

La socióloga y profesora titular de la Universidad de Chile, María Emilia Tijoux, profundizó que más allá de la fiesta, cuyo origen proviene de la cultura celta, destaca su exportación como un producto de mercado exitoso en el país. “Los chilenos hemos sido convertidos en consumidores desde que el proyecto en la dictadura consiguió una suerte de revolución cultural, que hizo que fuéramos más individualistas que nunca y con el deseo de tener cosas. Entonces, al mercado siempre le fue bien en este sentido”, aseveró.

Para Tijoux esto también plantea una contradicción, puesto que “por una parte, el 1 de noviembre, y es una tradición muy antigua, se celebra el día en que la gente va a visitar a sus seres queridos, a depositar flores en los cementerios y se cruza con esta fiesta de carácter pagano y que sabe muy bien a dónde apunta”, relacionándolo con factor del espanto.

En ese sentido, sostuvo que “Chile tiene sus propios monstruos o tenemos nuestros propios monstruos y, curiosamente, esos no aparecen en nuestros disfraces. Monstruos de la crueldad histórica y no solamente vinculados a lo político, sino también a lo social”.

“Uno podría pensar que si estos disfraces que uno ve siempre están vestidos con harapos, con ropa rota o sucia, inmediatamente traen consigo la idea de la pobreza, incluso de la miseria, en donde una mujer, un niño, un hombre pobre son objeto de rechazo a todo nivel”, expresó.

Asimismo, dijo llamarle la atención los disfraces que hacen referencia a la crueldad, “sobre todo con niños y niñas, o sea, rostros con sangre, pero además con una sierra atravesándole la cara y que eso pueda ser atractivo o que mientras más espantoso, más tiene la posibilidad de ser premiado. Me parece brutal”.

“Puedo agregar que la bruja, que ahí sí que me he detenido por otras cosas, es una mujer vieja siempre y, por lo tanto, se supone que es una mujer fea, porque es vieja. Tiene determinado color, su rostro tiene determinadas características, entonces, el disfraz del pavor es de una mujer, quien además cocina, está dentro de su casa con una gran marmita, que está en el lugar donde siempre se ha dejado a las mujeres y que está produciendo una sopa o una comida que puede envenenar, que puede matar”, complementó Tijoux.

En esa línea, recalcó que “nosotros tenemos monstruos propios, que fueron muy siniestros y no veo esos disfraces, nunca los he visto. Hombres, mujeres que vienen de distintos lados y que han hecho un daño terrible en la historia política y cultural del país, pero es preferible adoptar el disfraz que viene de afuera, con monstruos que tampoco lo son tanto, pienso en Frankenstein o Drácula y sería interesante leer sus historias para saber qué hay detrás de eso”.

Tijoux apuntó: “me refiero a monstruos reales con nombre y apellido porque yo vi en otros países a esos monstruos en los disfraces y aquí no. Dejo para pensarlo porque su crueldad no tuvo límites” y agregó que, pese a que su intención “no es echar a perder la fiesta”, consideró interesante reflexionar sobre lo que hay detrás de ésta, donde “hay una serie de hilos extraños y de monstruos que tejen sus ganancias”.

 

 

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