La victoria de Trump no altera la política de EE.UU. en Asia Occidental

HispanTV, Resumen Latinoamericano, 6 de noviembre de 2024.

La victoria de Trump no altera la política de EE.UU. en Asia Occidental, ya que los republicanos y demócratas comparten el apoyo incondicional a Israel.

La victoria del candidato republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos sobre su rival demócrata Kamala Harris ha reavivado el debate entre las élites árabes e islámicas sobre el impacto de este cambio en la política exterior de EE.UU. hacia Palestina. Sin embargo, pensar que existe una diferencia sustancial entre republicanos y demócratas en lo que respecta a la cuestión palestina y al mundo islámico parece una ilusión que no resiste al análisis histórico.

Es lamentable que algunas de élites políticas se tomen en serio la idea de que existen diferencias entre los partidos republicano y demócrata en cuanto al mundo islámico, cuando en realidad esta suposición no resiste frente a la amarga realidad que han vivido los musulmanes desde la Segunda Guerra Mundial. Durante ocho décadas, la política estadounidense ha mantenido una línea constante, en la que los intereses de Washington se han entrelazado con los de Israel. Para muchos observadores, no hay espacio para los intereses árabes o islámicos en la agenda estadounidense; por el contrario, sus esfuerzos han servido, en múltiples ocasiones, para beneficiar al régimen israelí.

La política estadounidense en relación con Israel ha sido históricamente moldeada por la influencia del poderoso lobby sionista, que determina, en gran medida, las decisiones presidenciales. Ningún candidato republicano o demócrata podría aspirar a la Casa Blanca sin contar con su apoyo. Tanto Donald Trump como Kamala Harris, en su lucha por ganarse el favor de este lobby, reiteraron su respaldo incondicional al llamado “derecho de Israel a defenderse”, un derecho que se ha convertido en un “derecho a exterminar al pueblo palestino” ante la vista del mundo, que carece del valor para decir “NO” a Israel por temor a Estados Unidos.

A pesar de que Joe Biden, con Harris como vicepresidenta, se declaró abiertamente sionista, promoviendo la impunidad israelí; los republicanos, incluido Trump, no dudaron en criticar incluso este respaldo, exigiendo un apoyo aún mayor a las acciones israelíes en Gaza y Líbano, y pidiendo una mayor agresividad hacia los países del Eje de Resistencia.

No resulta complicado demostrar que Trump y Harris representan dos facetas de la misma realidad. La idea de un “Nuevo Oriente Medio”, en el que Israel ostente la supremacía, fue propuesta inicialmente por los republicanos, mientras que los demócratas han buscado llevarla a la práctica. Lo que actualmente sucede en Gaza y Líbano es solo una de las manifestaciones de este proyecto. De igual forma, los Acuerdos de Abraham, impulsados por Trump en su primer mandato, han sido ampliados por Biden y Harris, quienes intentaron incluir a Arabia Saudí y otros países árabes con el fin de despojar a la causa palestina de su relevancia y borrar su recuerdo de la memoria colectiva de los pueblos árabes e islámicos.

Trump reconoció a Jerusalén (Al-Quds) como la capital israelí y validó la anexión de los ocupados Altos del Golán sirios. Biden y Harris, por su parte, han cometido atrocidades similares, participando activamente en la matanza, el hambre y el desplazamiento de millones de palestinos en Gaza, con el objetivo de facilitar los asentamientos israelíes. Esta política busca forzar a los palestinos a huir hacia el Sinaí y permitir que los colonos sionistas se asienten en Gaza. Además, dieron luz verde a Netanyahu y a los colonos para atacar a los palestinos en la ocupada Cisjordania, con el fin de intimidarlos y presionarlos a abandonar sus tierras y desplazarse hacia Jordania.

Estos hechos reflejan un principio inquebrantable en la política estadounidense: el apoyo total e incondicional al régimen israelí en todas las circunstancias. Aunque algunos aspectos de esta política puedan variar según los intereses de Estados Unidos, como un enfoque más suave o más firme frente a quienes resisten la ocupación israelí, la esencia permanece intacta.

Apostar por la identidad del presidente en la Casa Blanca es una apuesta perdida. La única opción ganadora para los pueblos de la región, especialmente para los palestinos, los libaneses y los países del Eje de Resistencia, es la resistencia. Israel solo entiende el lenguaje de la fuerza, y ha sufrido las consecuencias de esta en el último año.

Israel ha visto dañada su reputación a nivel global, junto con la de sus aliados, debido a la brutalidad empleada en su trato a los civiles de Gaza, Cisjordania ocupada y Líbano. Además, ha perdido su capacidad de disuasión, miles de soldados, y ha visto perjudicada su economía.

Asimismo, no ha logrado reubicar a los colonos ni en el norte ni en la periferia de Gaza. Sus asentamientos ilegales se han convertido en blancos de los cohetes y drones de la Resistencia, lo que ha obligado a millones de personas a refugiarse repetidamente durante el día.

Incluso el propio Netanyahu ha perdido la seguridad que antes parecía tener, lo que ha llevado a los altos mandos políticos, militares y de seguridad israelíes a deslindarse de la responsabilidad por las derrotas sufridas y el fracaso de su ofensiva para alcanzar los objetivos planteados.

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